“La mente del maestro debe estar abierta a seguir los intereses de los niños y no a su propia agenda”
Por Adriana Lourido
La educación en México sigue siendo muy conductista y los maestros siguen cumpliendo los parámetros pedagógicos al pie de la letra. Siguen un texto, una página tras de la otra en el mismo orden, sin proponer algo diferente en su planeación. Y, pareciera que el maestro no ejerce su autonomía porque no sabe cómo sacar la capacidad que tiene de ser autónomo, que va junto con ser creativo.
Para ser autónomo tienes que conocer la materia, ser flexible y creativo. En la teoría, los maestros graduados conocen las materias, porque estudiaron para eso. Deben manejar didácticas y estrategias pedagógicas. Sin embargo, lo que dificulta su ejercicio es la aplicación de su autonomía, porque no saben como acceder a la libertad de usar lo que ya conoce. Esto es consecuencia de una educación unilateral que forma al maestro para entregar en el aula la misma información para todos los niños y niñas, sin tener en cuenta dónde está cada niño y niña respecto a su aprendizaje. Esta manera, que ha persistido por años, no ha estimulado la capacidad creativa y de autodesarrollo de los maestros. El maestro debería reconocerse como un profesional que requiere ser a la vez un eterno aprendiz.
Los docentes debemos buscar nuevas estrategias, actualizarnos, cuestionarnos y mirarnos como seres humanos para ir a la par con los cambios y tendencias generacionales. A la vez, deberíamos responder a las necesidades de la infancia y la juventud que demandan acciones más dinámicas y creativas. Estamos en una era vertiginosa donde el exceso de información tecnologizada, que no necesariamente es conocimiento, ha quitado valor a las habilidades prácticas para la vida.
Entonces: ¿Cómo conjurar todo esto?
Para mi la exploración artística es una clave fundamental que le permite al niño descubrirse feliz. La danza, la plástica y la música le permite al niño expresarse libremente. Cómo se sienten, qué piensan, cómo ven el mundo, son miradas que a través del arte pueden transformarse en mensajes constructivos, rupturistas, críticos, y no necesariamente agresivos.
Y si además sumamos la condición de ser una escuela de espíritu ambientalista, donde la naturaleza es parte del ambiente escolar, los niños tienen la oportunidad de vincularse con los árboles y las flores, aspectos obvios de la vida que hemos perdido de vista, a los cuales nuestros padres y abuelos tuvieron acceso de manera cotidiana como espacios naturales de juego. Espacios de transformación y estímulo para la imaginación que, a partir de elementos cotidianos como las hojas y la tierra, permiten al niño sentir, de manera simple, el vínculo con la vida misma.
¿Cómo ejercer la autonomía en el que hacer educativo?
María Montessori proclama la capacidad y los derechos de los niños a tener una autonomía responsable, que dependen de un aula con un ambiente preparado que les ofrezca algo, donde puedan escoger cómo manejarse, aprender y elegir la información que quieren de ese ambiente. No es un aula de cuatro paredes de cemento que no ofrece nada y el niño no tiene nada que escoger. El niño trabaja hace decisiones responsables, trabaja con este material que ha elegido de principio a fin, logra un objetivo y luego lo guarda para el siguiente niño o niña que lo va a usar. Eso es un ejemplo de autonomía responsable.
Otro componente fundamental es la confianza del adulto en la capacidad del niño de ser autónomo responsablemente. Porque lo otro es ser autónomo sin responsabilidad, como cualquier ciudadano que ejerce su ciudadanía irresponsablemente.
Una máxima de la educación en México es crear buenos ciudadanos. Desde mi visión prefiero plantear que el fin último de la educación debe ser formar buenos seres humanos, porque si lo es entonces va a ser un buen ciudadano.
¿Y cómo se aplica la autonomía en el Sabino?
La escuela puede navegar en mayor autonomía curricular y profesional, gracias a que conocemos bien las etapas de desarrollo y las habilidades a alcanzar en cada grado. Conocemos los objetivos de final del ciclo escolar y sabemos que para llegar a ello tenemos un repertorio de estrategias que perseguimos para que sean muy variadas; es una planeación flexible. Acá, cada maestra lo hace a su manera y de acuerdo a como vaya progresando la dinámica por grupo, esas estrategias pueden adecuarse continuamente.
Algo importante dentro de esta flexibilidad, es que hay un tiempo destinado a la indagación y otro a la metacognición; al inicio de un tema, la maestra proporciona detonadores que hace que los niños pregunten, cuestionen, brote curiosidad de algo que se está planteando: a eso lo llamamos saberes del colectivo. Este punto es muy importante porque requiere flexibilidad y es muy distinto a que un maestro diga hoy el tema es botánica y vamos a avocarnos a las flores impartiéndolo de manera unidireccional.
En El Sabino iniciamos por otra ruta.
En el caso de este ejemplo, aquí empezaríamos con una caminata por el jardín observando qué hay de nuevo. Surge el tema de las flores y la maestra empieza a formular detonadores para que los niños se hagan preguntas. Este es un momento de indagación que se enriquece con los saberes de los niños. Hay niños que se fijan en el color de las flores, otros en los insectos sobre ellas o en sus formas, y el hecho de dar la palabra a los niños y escucharlos requiere de flexibilidad. La mente del maestro debe estar abierta a seguir los intereses de los niños y no a su propia agenda. En esta dinámica el tutor de aula suma las intervenciones de sus estudiantes a su propia agenda, sin perder de vista los objetivos y permitiendo el enriquecimiento colectivo.
Muchas felicidades Adriana y Mario por este importante esfuerzo. Estaremos atentos de las publicaciones posteriores. ¡Abrazo fraterno!